jueves, 30 de octubre de 2008

Monólogo del espejo

Todo se detiene. El tic tac del reloj deja de gritar en mi odio, la noche ya no llora y yo… me siento justo a la mitad de mis sinsentidos. Me miro en el espejo, como mirando a alguien que no conozco, me gustan los ojos de la mujer del reflejo, sus labios, su cuello largo y el par de huesos que se asoman debajo de la blusa negra. Hace frío, seguramente tú duermes debajo del cobertor azul, abrazando a tu almohada y sueñas… ¿qué sueñas? Tal vez con la mujer en el espejo, con la manera en que desabrocha su blusa y se acuesta a tu lado, buscando el calor de tu cuerpo, el sabor de tus labios. O estás soñando con el esquizofrénico aquél que te contaba sus quebrantos o con Palinuro, Martí, García Márquez o cualquier otro nombre plasmado en tus libros viejos. Sí… tal vez tu mano derecha trate cubrir la luz del faro que se asoma por tu ventana y te muerdas el labio inferior con la esperanza de deshacerte del insomnio o los sueños enredados. ¿Haz intentado contar ovejas? A veces parece que saltaran frente a tus ojos, una tras otra… mirándote de reojo y sonriendo; después desaparecen, cierras los ojos y vuelves a la mujer sin blusa bajo tu cuerpo o a García Márquez o al esquizofrénico… y yo me miro otra vez en el espejo. Son las 00.51 de un 29 de octubre: hoy cumple un año más mi reflejo.

lunes, 6 de octubre de 2008

Curación Carnal

Deja que la noche se enrede en nuestras piernas,
que nos desnude,
que duerma a nuestro lado
y nos haga gemir
de locura,
de ternura,
de fe muerta.

Deja que la inercia te pegue a mi cuerpo
y cure tus heridas con mi saliva,
con mi sangre negra
y mi piel morena, carcomida.

Déjame besar tu pecho,
tu alma,
tu sexo,
sentirte inundando mis silencios+
y explotando en los límites
de la cordura
y los sueños muertos

Déjame sanarte,
revivirte,
morirme,
matarte...

Hazme tuya...
justo a la mitad de este instante

miércoles, 1 de octubre de 2008

Desengaños

Suelo andar descalza por los mundos mudos,
por las tierras rotas,
por los universos fallidos que juegan a ser perfectos.

Suelo andar descalza,
con los ojos perdidos entre las nubes
y los pedazos de alba que me quedan y me falta.

Suelo andar descalza a cada rato,
dudando de mi misma,
de mis sueños, de mis letras
y hasta de mis quebrantos,

porque cada que me miran y suspiran
fruncen el ceño buscando un desengaño
en alas,
en mi brazos
y hasta en mis pies descalzos.