
Extravié la lengua en tu garganta,
las primaveras mudas
en un volcán helado
que insistía en levantar mi falda.
Extravié las noches,
las tardes,
las madrugadas,
los versos rotos
que subían por tus piernas
y las desnudaban.
Extravié las manos,
a la mitad de tus besos,
entre los suspiros,
tu espalda
y las gotas de sudor
que recorrían mi cuerpo.
Extravié la luz trasnochada,
la tinta desvelada
que escurría por mis dedos,
mientras pensaba...
Extravíe mis senos,
mis muslos,
mi cadera arañada.
Extravíe los labios secos
y me encontré con tus dedos
hurgando mi esperanza.